lunes, 9 de julio de 2018

El Hombre que escupió a Buda

El Buda estaba sentado debajo de un árbol hablando con sus discípulos cuando un hombre se acercó y le escupió en la cara.

Él se limpió y le preguntó al hombre: “¿Y ahora qué? ¿Qué quieres decir ahora?” El hombre estaba muy desconcertado porque él no esperaba que el Buda le preguntara, “¿Y ahora qué?” Este hombre no había tenido una experiencia así en su pasado. Él había insultado a mucha gente y todos se habían enojado y habían reaccionado. Y, cuando eran cobardes y débiles, le sonreían, tratando de calmarlo. Pero Buda no era como ninguna de esas personas; no se enfadó, ni de ninguna manera se sintió ofendido, ni de ninguna manera era un cobarde. Solo le preguntó: “¿Y ahora qué?” No hubo reacción por su parte.

Pero los discípulos de Buda se enojaron, y ellos sí reaccionaron. Su discípulo más cercano, Ananda, dijo: “Esto es demasiado. No podemos tolerarlo. Él tiene que ser castigado por ello, si no todo el mundo va a empezar a hacer cosas como esta.”

Buda dijo: “Ustedes guarden silencio. Él no me ha ofendido, pero ustedes sí me están ofendiendo. Él es nuevo, un extraño. Debe haber escuchado de la gente algo sobre mí para que este hombre sea un ateo, un hombre peligroso que saca a la gente fuera de su camino, un revolucionario, un corruptor. Y él puede haberse formado una idea, una noción de mí. No me ha escupido a mí, él ha escupido su noción de mí. Ha escupido en su idea de mí, porque no me conoce en lo absoluto.”

“Si ustedes piensan profundamente”, dijo Buda, “él ha escupido a su propia mente. Yo no soy parte de ella, y puedo ver que este pobre hombre debe tener algo más que decir, porque esta es una manera de decir algo. Escupir es una manera de decir algo. Hay momentos en los que ustedes sienten que el lenguaje es impotente: cuando aman profundamente, cuando sienten ira, cuando sienten odio, cuando están en oración. Hay momentos intensos cuando el lenguaje es impotente. Entonces ustedes tienen que hacer algo. Cuando uno está enojado, intensamente enojado, uno golpea a la otra persona, la escupe: uno está diciendo algo. Yo lo puedo entender. Él debe tener algo más que decir, es por eso que le estoy preguntando, “¿Y ahora qué?”

¡El hombre estaba aún más confundido! Y Buda dijo a sus discípulos: “Yo estoy más ofendido por ustedes porque ustedes me conocen, y han vivido durante años conmigo, y aun tienen esta reacción.”

Desconcertado, confundido, el hombre regresó a su casa. No pudo dormir en toda la noche. Ya no le era posible dormir más de la manera sosegada como solía dormir antes. Una y otra vez revisaba mentalmente su experiencia con el Buda. No podía explicarse a sí mismo lo que había sucedido. Todo su cuerpo temblaba, sudando y empapando las sábanas. Nunca se había encontrado con un hombre así; el Buda había destrozado toda su mente y todos sus patrones, todo su pasado.

A la mañana siguiente volvió. Se arrojó a los pies de Buda. Y Buda le preguntó de nuevo: “¿Y ahora qué? Esto, también, es una manera de decir algo que no se puede decir con el lenguaje. Al llegar y tocar mis pies, tú estás diciendo algo que no se puede decir normalmente, algo para lo cual todas las palabras son demasiado estrechas; no puede ser expresado con ellas.” Buda dijo: “Mira, Ananda, este hombre está de nuevo aquí, él está diciendo algo. Este hombre es un hombre de profundas emociones.”

El hombre miró a Buda y le dijo: “Perdóneme por lo que hice ayer.”

Buda dijo: “¿Perdonarte? Pero yo no soy el mismo hombre al que tú escupiste ayer. Fíjate que el Ganges siempre está fluyendo, nunca es el mismo Ganges. Cada hombre es un río. El hombre a quien escupiste ayer ya no está aquí. Me parezco a él, pero yo no soy ese hombre, ¡mucho ha sucedido en estas veinticuatro horas! El río ha corrido muchísimo. Así que no te puedo perdonar porque no tengo ningún rencor contra ti.”

“Y veo que tú también eres un hombre nuevo. Puedo ver que no eres el mismo hombre que vino ayer pues ese hombre estaba enojado y me escupió, mientras que tú, hoy, estás haciendo una reverencia a mis pies, tocando mis pies. ¿Cómo puedes ser tú el mismo hombre? Tú no eres el mismo hombre, así que vamos a olvidarnos de eso. Esas dos personas, el hombre que escupió y el hombre que fue escupido, ninguna existe ya. Acércate. Hablemos de otra cosa”.